La invención del
bolígrafo tiene un curioso origen. Alrededor de 1938,
un periodista húngaro: László József Bíró, cansado de
los problemas que entrañaba escribir a pluma, comenzó a pensar en
alternativas o mejoras para este milenario instrumento de escritura.
Uno de los primeros experimentos que llevó a cabo
para solucionar el atascamiento continuo de la pluma fue el
desarrollo de un nuevo tipo de tinta (gracias a la ayuda de su
hermano György Bíró, que era químico de
profesión). Desafortunadamente, aunque la nueva tinción parecía
más adecuada para escribir sobre papel, funcionaba aún peor que la
original en la pluma.